Resulta frecuente escuchar que la lengua y la cultura están íntimamente unidas, que modo en la lengua es cultura, que lengua y cultura son realidades indisociables, pero, sin embargo, en la práctica didáctica, tradicionalmente se ha producido una escisión entre una y otra realidad. De hecho basta mirar cómo se definen las clases de muchos centros de enseñanza para observar que hay unas horas de "gramática" y otras de "cultura", perfectamente diferenciadas en la programación y sin que se produzca jamás ningún contacto entre ambas materias.